Comentario
En 1938 se suicida Ernst Ludwig Kirchner (1880-1938). En la exposición de Arte Degenerado (Entartete Kunst) él era uno de los que más cuadros consiguió colgar. En el mismo año Paul Klee (1879-1940) pinta una Danza del Miedo (Berna, Fondation Klee) en tonos sombríos -ocres, marrones, tierras- que son los habituales en estos últimos años que vive, aquejado por una enfermedad incurable y consciente de la guerra que se avecina; en la misma exposición había diecisiete obras suyas. Georges Rouault (1871-1958) se encierra aún más en su mundo peculiar de religión, que ya había constituido su preocupación fundamental en los años anteriores. La guerra y la muerte acechan a la sociedad, pero también a los individuos, a los artistas. La represión contra el Arte Degenerado llegó a París. Ya antes de que cayera la ciudad se creó un Kunstschutz (Servicio para la protección artística), al mando de Metternich, y bajo él desaparecieron muchas obras de artistas contemporáneos, tanto de colecciones particulares como de museos, y se vendieron miles de cuadros y esculturas degeneradas, según la calificación oficial.Porque el rechazo de la estética degenerada, es decir moderna, era muy fuerte, pero el dinero podía más que los principios y se obtenían más beneficios vendiendo los cuadros -en una zona neutral, como Suiza- que destruyéndolos. Los nazis, en un alarde insuperable de cinismo, abrieron en Lucerna en el verano de 1939 una importante subasta de Arte Degenerado; pragmáticos ellos, hicieron un negocio redondo, armas por cuadros. Otras obras se vendieron de modo -y para beneficio- particular de los jerarcas por medio de marchantes en el extranjero y algunas -unas mil pinturas y tres mil dibujos-, se quemaron en un gigantesco auto de fe en Berlín el 20 de marzo de 1939.La guerra sacó a los artistas de sus lugares de trabajo, incluso a los que fueron a América. Y sacó también las obras de arte de los museos, para refugiarlas en castillos y lugares aislados, más seguros -en apariencia- que las ciudades.Robert Delaunay (1885-1941), peregrinó desde Auvergne hasta Montpellier, para morir allí en 1941; Georges Braque (1882-1963) fue a los Pirineos, Jacques Villon (1875-1963) a Tarn, Picabia al sur de Francia... La diáspora afectó también a los que se quedaron en París, como Picasso, que permaneció tan aislado como el resto de los que se quedaron en la Europa ocupada, trabajando en secreto y en peligro muchas veces. Emil Nolde, degenerado, a pesar de haber pertenecido al partido nacionalsocialista y de que Goebbels coleccionaba sus obras antes del anatema, hacía sus Imágenes no pintadas (Ungemalde Bilder) con acuarelas y del tamaño de una mano, respondiendo así paradójicamente a la prohibición de pintar que pesaba sobre él.Picasso, a partir de la Pesca nocturna en Antibes (de 1939, Nueva York, MOMA) -un pariente del Guernica en muchos aspectos-, pinta el horror en las mujeres que se peinan sentadas en sillones que las aprisionan y hace esculturas en las que la necesidad aguza el ingenio. La Cabeza de toro (1942, colección Picasso) está hecha con un sillín y un manillar de bicicleta, pero tiene toda la fuerza y el poder simbólico del toro mediterráneo, que lo emparentan con el minotauro de Creta.Las dificultades para trabajar eran grandes, y más aún para los escultores. Henri Laurens (1885-1954) tiene que olvidar temporalmente la escultura, por falta de materiales y se dedica a ilustrar textos de la Antigüedad clásica (los "Idilios" de Teócrito, los "Diálogos" de Luciano), con formas coloreadas que proceden del cubismo. La vuelta a las tres dimensiones no se produce hasta 1945, con esculturas en bronce como La aurora y la sirena (1945, colección particular).Un pequeño grupo de escritores surrealistas -Louis Aragon, Paul Eluard y Tristan Tzara- se unió a la resistencia francesa y, en medio de las dificultades, editó "La main á la plume", una revista que mantenía viva la llama del surrealismo.A otros les fue aún peor: Max Ernst (1881-1976) y Hans Bellmer (1902-1975) estuvieron en un campo de concentración en Milles, y Benjamin Péret, que volvía de España, fue detenido por atentar contra la seguridad del Estado.En la Francia libre se quedó el llamado Círculo de Grasse: Hans Arp (1887-1966), Sophie Taeüber (1889-1943), Sonia Delaunay (1885-1979), con Susi y Alberto Magnelli (1888-1971), en 1940, hacían gouaches entre dos, tres o cuatro de ellos, por sugerencia de Arp, en un trabajo que recuerda los fatagaga de la colonia dadaísta.Matisse (1869-1954), con ochenta años y enfermo del estómago, se fue a Niza y luego a Venecia, donde vivió los últimos años entre plantas y palmeras, pintando con las tijeras y los papeles recortados, mientras mantenía en medio del caos -su mujer y una hija en la resistencia- la armonía y la sensualidad que le habían acompañado siempre: la serie Jazz, publicada en 1947, las decoraciones para la Capilla de Vence (1947-1951 o los grandes Desnudos azules (1952), hechos con gouaches recortados. Para Matisse estas obras, en las que simplifica la forma e intensifica los valores cromáticos, son la culminación lógica de sus búsquedas hasta entonces: "No hay ruptura -escribía- entre mis cuadros anteriores y los papeles recortados, sólo, de un modo más absoluto y más abstracto, he logrado una forma depurada hasta lo especial".Miró, tras una etapa salvaje, en torno a los años de la guerra civil española, se traslada en 1940 a su país -la España neutral- que sufre una feroz posguerra. Aislado, como Picasso en París, trabaja en Mallorca en la serie de las Constelaciones, gouaches sobre papel que había iniciado en Francia. En 1944 vuelve al lienzo, fascinado por la música como en otro tiempo -siempre- lo estuvo por la poesía, y pinta cuadros como la Bailarina oyendo tocar el órgano en una catedral gótica (1945, Norwich, colección Warner).Muchos no sobreviven a la guerra, o por poco tiempo: Paul Klee había muerto en Suiza en 1940 de una enfermedad incurable; Edouard Vuillard (1868-1940) en La Boule el mismo año; Julio González en 1942; Maurice Denis en 1943; Piet Mondrian muere en febrero de 1944 en Nueva York y Vasili Kandinsky en diciembre del mismo año en París.Mondrian, que se había trasladado a América tras el cierre de la Bauhaus por los nazis, casi con setenta años, acusó la inyección de energía que el nuevo país joven y libre era para él. "Siento que mi sitio está aquí", decía. Sus cuadros en los Estados Unidos se animan y se mueven. Las líneas negras se hacen menos evidentes y los colores ganan protagonismo. La música de jazz está detrás de estas obras, como lo dejan ver sus títulos, Victoria del Boogie-Woogie (1943-1944, Meriden, colección Tremaine), un cuadro que dejó sin terminar a su muerte. Como Paul Klee unos años antes en el norte de Africa, Mondrian se siente pintor en América: "Ahora me doy cuenta -escribe- de que mi trabajo en blanco y negro con pequeños planos de colores sólo ha sido dibujo hecho con pintura al óleo. En el dibujo las líneas son el principal medio de expresión. En pintura son los planos de color. Porque, en pintura, las líneas son absorbidas por los propios planos de color, cuyas limitaciones conservan, sin embargo, todo su valor de líneas".También se anima la pintura de Fernand Léger (1881-1955), un hombre más joven y que permanece en Estados Unidos hasta 1945, donde se hace, según sus propias palabras, "más ligero y menos rígido". Sus cuadros empiezan a poblarse de personajes (acróbatas, ciclistas...) que juegan tranquilos en un mundo de color que se libera del dibujo. Quizá Léger, en este momento, exprese mejor que ningún otro europeo emigrado la fascinación por América como un nuevo mundo donde todo es posible: barcos de chimeneas humeantes, rascacielos de colores alegres y la estatua de la Libertad delante de todo, como se ve en sus Estudios para un Mural Cinemático, gouaches de 1939-1940 (Nueva York, MOMA).